EN
LLOMBERA
En
Llombera,
que es mi pueblo,
las montañas se levantan
desde el suelo,
para ocupar con sus cumbres
el lugar que, en otros sitios,
está destinado al cielo.
Debajo
de las montañas
de Llombera,
que es mi pueblo,
se escondía, según cuentan,
un tesoro
con un valor superior
a León con toda su población.
De
Llombera,
que es mi pueblo,
ya se han llevado el tesoro,
que era negro
y dejaron sobre el suelo
las heridas no curadas
que causaron
para lograr su extracción.
En
los abuelos y padres
de Llombera,
que es mi pueblo,
se quedaron las heridas
mal curadas
y algunas enfermedades (silicosis, reumatismos…)
por conseguir el tesoro,
pero poco del valor.
En
las abuelas y madres
de Llombera,
que es mi pueblo,
se quedó a veces la muerte
de los abuelos y padres
y la pena y las angustias
cuando criaban a sus hijos
de ver a los tesoreros
del tesoro,
pero no ver su valor.
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En
el suelo de Llombera,
que es mi pueblo,
ya no quedan los abuelos,
ni los padres,
ni las abuelas y madres.
Solo quedan en Llombera,
que es mi pueblo,
unas casas muy bonitas,
por los hijos y los nietos bien cuidadas,
que se mueven y se rajan
y miran a las montañas
que con sus cumbres ocupan
el lugar que, en otros sitios,
está destinado al cielo.
Muy
bonitas y cuidadas,
pero lloran,
porque se mueven y rajan,
porque se han pasado a ellas
las heridas, las penas y enfermedades,
al faltar bajo su suelo
el tesoro que llevaron,
aunque ellas miran al cielo,
al lugar que las montañas…
Allí
estarán los abuelos
y los padres
y las abuelas y madres
de Llombera,
que es mi pueblo.
KANT
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