por jose antonio » Mar Feb 10, 2009 2:04 am
Aida Lafuente
De Enciclopedia de Oviedo, la enciclopedia libre.
Aida de la Fuente Penaos (León 1915-Oviedo 1934)Aida de la Fuente Penaos nació en León el 25 de febrero de 1915, en la calle Catalinas número diez, a las doce de la mañana, hija de Gustavo de la Fuente González y de Jesusa Penaos del Barrio. Trasladada la familia a Oviedo, donde Gustavo de la Fuente era pintor de carteles y decorados en el Teatro Campoamor y participó en el establecimiento en la ciudad del Partido Comunista de España, nada prácticamente se sabe de su biografía hasta octubre de 1934. Tenía Aida de la Fuente entonces 19 años cumplidos en febrero (le faltaban cuatro meses para cumplir los veinte).
Aida de la Fuente falleció en plena Revolución, el 13 de octubre de 1934 (el mismo día en el que el edificio de la Universidad de Oviedo y cuanto contenía quedó destruido en el famoso incendio), en los alrededores de la Iglesia de San Pedro de los Arcos. Aunque las versiones sobre las circunstancias de su muerte son diferentes y enfrentadas, lo más probable no es que fuera «fusilada» (como ha escrito algún autor), sino que falleció combatiendo heroicamente, atendiendo una ametralladora, intentando mantener las posiciones revolucionarias frente al Ejército de la República española, a quien el Gobierno legítimo republicano había ordenado sofocar la intentona revolucionaria que afectó especialmente a la ciudad de Oviedo.
Fallecida su hija durante la fracasada revolución de octubre, Gustavo de la Fuente fue sometido por la República, como tantos otros intervinientes en aquellos sucesos, al correspondiente Consejo de Guerra, para esclarecer y castigar sus posibles responsabilidades. Casi un año después de los hechos, el 14 de septiembre de 1935, la prensa anunciaba que se había suspendido el Consejo de Guerra que debía juzgar a Gustavo de la Fuente. En las elecciones del 16 de febrero de 1936 resultó elegido Gustavo de la Fuente para formar parte del Ayuntamiento de Oviedo, en la candidatura del Frente Popular, por las listas del Partido Comunista de España.
Pocos días después de las elecciones, en el mitin frentepopulista celebrado en Madrid el 29 de febrero de 1936, Aida de la Fuente, cuyo nombre ya había comenzado a ser utilizado en la variante Aida Lafuente, se iba convirtiendo poco a poco en un símbolo y una referencia entre las filas comunistas: Rafael Alberti leyó entonces su poema Libertaria Lafuente: «...y que no niegue esa gente / que esos dos pechos cortados,/ que esos brazos arrancados / son libertaria Lafuente...».
Aida Lafuente comenzó a ser conocida como la Libertaria, apelativo que no llegó a cuajar tanto como la Pasionaria, seguramente por las confusiones ideológicas no buscadas que podían producir entre los comunistas con el anarquismo. De hecho, por ejemplo, en los años de la Guerra Civil, en el Comité Comarcal de Cartagena de la Sección Española del Socorro Rojo Internacional, operaba un Grupo Pasionaria y un Grupo Aida Lafuente (no un Grupo Libertaria).
Iniciada la Guerra Civil, el Partido Comunista de España convirtió a Aida Lafuente en una de sus principales referencias simbólicas. Así, por ejemplo, en este cartel que se conserva en el Archivo General de la Guerra Civil Española, se rinde homenaje a cuatro «Heroínas de la independencia y la libertad de España»: Agustina de Aragón, Mariana Pineda, Aida Lafuente y Lina Odena, donde se equipara a las dos heroínas del siglo XIX, Agustina de Aragón (1786-1857) y Mariana Pineda (1804-1831), destacadas en la lucha contra el invasor francés y contra la reacción conservadora y antiliberal, con dos militantes comunistas coetáneas: Aida Lafuente (1915-1934) y Lina Odena (1911-1936, amiga de la Pasionaria, que se suicidó al ir a ser detenida, tras haber asesinado a sangre fría a un sacerdote). Este cartel, publicado por «Propaganda y Prensa. Socorro Rojo Internacional. Socorro Rojo de España», fue elaborado por la Delegación de Propaganda y Prensa, dependiente de la Subsecretaría de Propaganda de la Junta de Defensa de Madrid, que desde 1937 dirigía precisamente Gustavo de la Fuente, el padre de la heroína Aida Lafuente.
Ya en octubre de 1936, pocos meses después de comenzada la Guerra Civil, al cumplirse el segundo aniversario de Octubre de 1934, Aida Lafuente era recordada, por ejemplo, con glosas como la siguiente:
«Los que dieron su sangre. Algunas figuras de la Revolución. Aida Lafuente, 'La libertaria'. No podía faltar en esta hora de destacar las figuras de la Revolución de Octubre, la ingente e inolvidable de Aida Lafuente, 'La Libertaria', que en aquellos instantes en que la furia militaroide se adueñaba de lo que había sido escenario de aquella gesta heroica del proletariado de Asturias, siguió defendiéndose con verdadero heroísmo hasta que la metralla del Tercio y la hordas africanas, traídas también en aquella ocasión contra nosotros, segó para siempre su vida. En el transcurso del tiempo la figura de Aida Lafuente se engrandece y llega a constituir un símbolo, además de un ejemplo para la mujer española, que ahora a la vuelta de unos años, sigue las huellas de la inolvidable 'Libertaria', batiéndose con el mismo heroísmo que fue su característica en todos los frentes donde se combate contra la reacción y el fascismo. Lo mismo en España que en el resto del mundo, donde se supo del heroísmo de Aida Lafuente, se tuvieron las más encendidas palabras de elogio y admiración para ella y su nombre corrió por todos los ámbitos como algo maravilloso y sublime que hablaba muy alto de la participación de la mujer en la lucha del proletariado contra la tiranía de los que han pretendido siempre mantener sus privilegios por la fuerza. Al dejar bosquejada aquí, tan pálidamente, la ingente figura de Aida Lafuente, símbolo de la Revolución de Octubre, sólo nos resta ahora deshojar, sobre su tumba, la flor de la esperanza de una España mejor, en la que la Libertad, por la que ella dio su vida, sea el punto de partida para la España con que soñamos los proletarios españoles.» (La Prensa, Gijón, 6 de octubre de 1936, página 9.)
En octubre de 1936 ya llevaban su nombre el Batallón Asturias número 1 «Aida Lafuente» y una calle en Gijón, y el símbolo de Aida Lafuente, inicialmente promovido por los comunistas, comenzaba a ser aceptado también por el Partido Socialista: en el mitin organizado por el Departamento de Propaganda del Frente Popular para conmemorar el primer aniversario de las elecciones de 1936, celebrado en el Teatro Dindurra de Gijón el 16 de febrero de 1937, en nombre del Partido Socialista interviene Moreno Mateo, quien se refiere a Aida Lafuente como una de las «dignas heroínas que dio siempre a la historia el pueblo español», símbolo del «heroísmo femenino astur»:
«Hace un llamamiento [Moreno Mateo en nombre del Partido Socialista Asturiano] a las mujeres para que en estos momentos de sacrificio impongan su fuerza de ánimo a los compañeros que desangra el dolor y la desesperación. Así legareis a vuestros hijos el patrimonio de su futura felicidad, para que puedan vivir otros destinos distintos a los que hoy viven sus padres. Hay que haceros dignas de las heroínas que dio siempre a la historia el pueblo español de la cual es una firme representante nuestra Aida Lafuente, que es todo un símbolo del heroísmo femenino astur.» (Avance. Diario Socialista de Asturias, Gijón, 17 de febrero de 1937, página 3.)
Lápida en el monumento que Oviedo dedicó en 1995 a Aida Lafuente: obsérvese la falsa fecha de nacimiento de 1918, que necesita el mito para convertir a la heroica revolucionaria en una niña víctimaDurante los años del tardofranquismo y de la transición el mito de Aida Lafuente fue recuperado con fuerza, pero falseando las circunstancias de Aida Lafuente, que deja de ser una heroina fallecida en combate, en pleno ejercicio consciente de la violencia revolucionaria, para convertirse en una niña de dieciseis años (recordemos que en realidad le faltaban cuatro meses para cumplir los veinte) que jugaba a la comba cuando llegó la huelga de octubre. Así comienza la canción, en bable, que desde 1976 popularizaron Víctor Manuel y luego Nuberu: «Deciséis años tinía / guapos años gayasperos / que xueguen y salten / semeyando xilgueros. / Yeres una neña Aida / que na rexón asturiana / xugabes dando a la comba / ú tos amigues saltaben. / Llegó la güelga d´ochobre / fuste revolucionaria / tu ya nun coyiste comba / que coyiste la metralla...» Numerosas niñas nacidas en los años de la transición fueron llamadas Aida por sus padres, pudiendo advertirse una mayor presencia actual del mito de Aida Lafuente (la niña de dieciséis años, heróica víctima de la represión militar contra la revolución de octubre) entre ideologías libertarias y comunistas, que socialistas.
El pleno del Ayuntamiento de Oviedo del 6 de abril de 1995 acordó por unanimidad conceder el nombre de Aida Lafuente al paseo principal del parque de San Pedro de los Arcos, añadiendo además un monolito con su efigie, en el que figura la falsa fecha de su nacimiento que necesita el mito para imaginarla como una niña: «Aida de la Fuente, La Rosa Roja, 1918-1934, y tus compañeros.» Y aunque José Ramón Gómez Fouz publicó en 1999 (en su libro Clandestinos, Oviedo 1999, página 241) el facsímil de la partida de nacimiento de Aida de la Fuente, el mito determina que se siga repitiendo la fecha de 1918 que pretende hacer niña a la heroica revolucionaria muerta en combate en Oviedo, nacida el 25 de febrero de 1915 en la calle Catalinas número diez de León, a las doce de la mañana.
Como es natural, la repercusión internacional de la Guerra Civil española y la presencia de Aida Lafuente en la propaganda comunista de entonces, difundió ampliamente el nombre de Aida Lafuente por todo el mundo en los años treinta, interés y curiosidad que no se apagó con los años. Brian D. Bunk, profesor de la Universidad de Massachussetts, que vivió en Oviedo mientras preparaba su libro Ghosts of Passion: Martyrdom, Gender, and the Origins of the Spanish Civil War, es autor también de un estudio monográfico dedicado a Aida Lafuente: «Revolutionary Warrior and Gendered Icon: Aida Lafuente and the Spanish Revolution of 1934», Journal of Women's History, volumen 15, número 2, verano 2003, páginas 99-122